domingo, 19 de abril de 2015

JENARO GAJARDO VERA EL INSPIRADOR

JENARO GAJARDO VERA,
el inspirador.

por
Ricardo Melgarejo Rocco

Tema expuesto en la Sesión Comida de Abril de 2011
de la
Sociedad “LOS CÓNDORES” de Talca


        Para los primeros integrantes de la Sociedad “LOS CÓNDORES” de Talca, y hasta el día de hoy entre nosotros, don Jenaro Gajardo Vera fue y es el socio número uno, y porque a más que él así se auto denominó, todos los miembros de esta institución lo han aceptado así, por haber sido el inspirador de su creación.

        Nació en Traiguén el 18 de noviembre de 1919, en la provincia de Malleco y siendo el sexto de nueve hermanos. Fue un hombre versátil, por lo que combinaba su vida de rectitud con la de un soñador, estudió para convertirse en abogado, aunque también ejerció como músico, pintor y escritor, autor de tres libros: "Algunas cosas sencillas" (ensayos), "Copas de fuego" (poesía) y el cuento "El zapatero silencioso", publicado en español y en francés. En su volumen de poemas aparece uno titulado Lunario, "en que pronostica que un día el hombre va a llegar a ella y traerá entre sus manos la pulpa inerte de nuestro satélite". Quedó inconclusa la novela, que se tituló "Sebastián Quimera", en la que se relata la vida de un hombre sin ambiciones materiales, pero sí con un sentido absolutamente desarrollado de la virtud más escasa: la gratitud.

        Comenzando el año 1951, luego de egresar de su carrera de derecho, se avecinda en Talca para ejercer su profesión; en esta ciudad tenía parientes y muy buenos amigos que lo atrajeron a compartir una amistad entre solteros.

        Fue con ellos, con quienes plasmó su idea de constituir una Sociedad de Amigos, una Sociedad de la Amistad, y que denominó Sociedad “Los Cóndores” de Talca, la que se fundó un 31 de agosto de 1951, a la sazón tenía 32 años de edad.


        En el primer listado de los futuros integrantes de la Sociedad de la Amistad, manuscrito por él, el Nº1 es Jenaro Gajardo Vera, de allí -y era que no- fue el socio número uno.

       Tal vez, su mejor amigo en Talca, lo fue don Osvaldo Vilas Luaces, que estando en el listado por don Jenaro confeccionado, no concurrió a la fundación de la Sociedad de Amigos. El listado se redujo a trece buenos y bien intencionados hombres.

        Al cumplirse el sexagésimo aniversario de su Sociedad,  su personalidad se recuerda, dando un bosquejo de ella.

         Sus dos grandes amores fueron: su Sociedad “Los Cóndores” de Talca y su Luna; de ambos fue propietario, a su manera.

           La apropiación de la Luna, hizo una celebridad a don Jenaro Gajardo Vera y conocido mundialmente.

          Tal apropiación se gestó al estilo de don Jenaro.
          En el año 1868 se fundó el Club Talca, institución que se vio seriamente afectada por el quiebre institucional de 1891, por cuanto los socios balmacedistas debieron emigrar, fundando otro Club, el Unión Social.
          El Club Talca, al marginar a los progresistas seguidores del Presidente José Manuel Balmaceda, mantuvo a los socios partidarios del parlamentarismo vencedor, conservadores por excelencia. De allí en adelante no contaron con la gente del comercio y la industria, ambas áreas pujantes en aquel entonces, conservado tan solo a pretensores de la prosapia talquina, rentistas y agricultores en franca decadencia como la de sus familias (Cruz, Concha, Donoso, Silva, etc.), de las cuales provenían la mayoría de los socios.
           La sede social de calle Uno Oriente Nº 1033 se transformó con el tiempo y en la década de los años 50, en un alero conservador, con la justificación de constituir la tradición talquina.
          Allí, fue a pretender su membresía don Jenaro Gajardo Vera, intentando ser socio de tan exclusivo Club. Recibió un convite en una noche de septiembre de 1954, para explicarle que por su condición de abogado podría ser aceptado como miembro, pero que careciendo de hacienda, de un patrimonio, tal opción era imposible.
         Vamos ahora a la versión de don Jenaro Gajardo Vera: “Cuando salí de la sesión, me fui caminando hasta la plaza. Me molestó que se diese tanta importancia a las cosas materiales. Me detuve y miré al cielo. Y vi la Luna llena. Qué curioso -me dije: el satélite pertenece a la Tierra, tiene dimensiones y nadie lo ha inscrito a su nombre". Al día siguiente llevé donde el Conservador de Bienes Raíces don César Jiménez Fuenzalida los carteles que la ley exige, dando cuenta de sus dimensiones y de mis intenciones. El Conservador, hombre prudente y medido, leyó el cartel, me miró y me dijo: "¿Tú sabes bien lo que estás haciendo, Gajardo?" Sí, le replique; y me dijo, "Mira, tienes toda la razón del mundo: pertenece a la Tierra, tiene deslindes, tiene dimensiones. No creo que nadie la haya inscrito, pero de aquí en adelante te van a tildar de loco". No importa -le repliqué. Realicé tres publicaciones en el Diario Oficial, y como no hubo oposición, se me concedió la inscripción. Todo el trámite me costó 42 pesos de la época. Cuando tuve el título en mis manos, en una de las reuniones del club social de Talca me dirigí al señor que me había objetado: "Mire, Ud. que se interesa tanto por los bienes materiales: he inscrito el satélite lunar de acuerdo a la ley, así que me pertenece. Aquí está la copia de la inscripción, autorizada por el Conservador de Bienes Raíces". Y el hombre tuvo un gesto muy lindo: se paró y me abrazó, diciéndome: "Perdóname; me has dado una lección".
             Pero la situación incluso sentó doctrina en materia de propiedad espacial. Una vez, el entonces Ministro de la Corte Suprema  don Rubén Galecio Gómez le dijo: “Bueno, si tú inscribiste la luna, yo puedo hacer lo mismo con el planeta Marte”.
            Don Jenaro Gajardo respondió prontamente: “No puedes, por cuanto el Derecho Civil impide reclamar propiedad sobre un bien que no pertenece a la Tierra, como es el caso de Marte”.
            La mítica escritura mediante la cual don Jenaro Gajardo Vera declaró ser dueño de la luna, el 25 de septiembre de 1954, extendida ante el Notario de Talca y a la vez Conservador de Bienes Raíces, es breve y su texto dice:

“Jenaro Gajardo Vera, abogado, es dueño, desde antes del año 1857, uniendo su posesión a la de sus antecesores, del astro, satélite único de la Tierra, de un diámetro de 3.475.00 kilómetros, denominada LUNA, y cuyos deslindes por ser esferoidal son: Norte, Sur, Oriente y Poniente, espacio sideral. Fija su domicilio en calle 1 oriente 1270 y su estado civil es soltero.

Jenaro Gajardo Vera
Carné 1.487.45-K Ñuñoa
Talca, 25 de Septiembre de 1954


            Quien sea el dueño de la Luna no podría vivir como el común de los mortales. La de don Jenaro Gajardo cambió en tanto se conoció tal inusual propiedad. “Todo esto me llenó la vida. Por lo general es muy monótona y muy sin objetivo. Al final, la mayoría de nosotros trabajamos y obtenemos una jubilación modesta. Y así se pasa, en una función sin trascendencia. Ese podría ser mi caso y tengo una jubilación de 18 mil pesos después de haber ejercido 45 años”.  Pero ni aún eso lo llevo a parcelar la Luna, "porque no la inscribí con ese afán". Pensaba que si de ella obtenía dineros, "la historia se va a echar a perder. Fue otro el objetivo que tuve; quise sacarle partido para que la Humanidad tuviera un poco más de paz, más entendimiento". Por eso, en su respuesta al telegrama de Nixon, "autoricé, en nombre de Jefferson, de Washington y de Walt Whitman el feliz arribo de los tres valientes a mi satélite, expresando el deseo de que regresaran sanos y salvos. Eso salió en todo el mundo".

           Pese a ello, de todas partes del mundo le llegan proposiciones para que divida la Luna. Y cada vez que lo visitaban, le decían: "Gajardo, déjame una parcela".

            Como ya era de mundial conocimiento que la Luna le pertenecía a don Jenaro Gajardo Vera, el Servicio de Impuestos Internos de Chile le envió un par de inspectores, para cobrarle las respectivas contribuciones. Tan agudo como siempre, don Jenaro les respondió:

"Ningún problema en reconocer la deuda y pagarla, pero exijo que, en conformidad a la ley, Impuestos Internos visite mi propiedad y la tase previamente. Después hablamos" 

          Casado tres veces, fue padre de cuatro hijos: dos varones y dos mujeres. Los varones (uno funcionario internacional y otro pintor, ambos radicados en Francia) debieron partir al extranjero en 1973; las dos hijas (una socióloga y una profesora de francés) ejercen en Argentina. “Mi primera señora está en Francia, con cáncer, y me dejó en libertad de acción. Después me uní a una bella española a quien conocí en una fiesta. La saqué a bailar sin ninguna posibilidad y el baile me costó doce años. Medía 1.90 y pesaba 120 kilos, pero era una belleza. Quien la miraba y se quedaba helado. Se fue a México por una enfermedad de su única hija. Luego me uní a mi actual señora, suiza y gran amante de la pintura”

         Fue amigo del Presidente Salvador Allende y se estimaban muchísimo.  Relata don Jenaro: “Un día  me citó a su oficina en el Senado y me dijo: "Gajardo, colabórame, porque tú has hecho una labor muy linda entre los grupos culturales. Hay gente que te sigue. Ayúdame a ver si logro, en esta cuarta vez, ser presidente de los chilenos". Me lo quedé mirando y le dije: "Qué paciencia la tuya. En estos pueblos llegar a ser la autoridad máxima es lo más peligroso que hay. Y dado tu carácter y tu manera de ser, no sé... No te presentes". Me replicó: "No, si me voy a presentar. Y si salgo elegido, vas a ser Ministro de Educación". Nunca le cobré la palabra, y si lo hubiera hecho, habría sido ministro, porque era persona de honor. El hombre valía, pero terminó mal.”.

          Recordaba don Jenaro: “Yo me equivoqué de profesión. Nunca debí ser abogado, sino cantante, porque tengo los tres registros: tenor, barítono y bajo. Me di cuenta de mi vocación en un "calducho" organizado en la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile para recibir a los nuevos alumnos. María Maluenda (quien posteriormente fuera la Primera Presidente de la Cámara de Diputados, reabierta por la democracia) me dijo: "¿Por qué no te inscribes, Jenaro, y cantas? Tienes una voz preciosa". Canté tres temas. Después le dije a la Mariíta: "¿Por qué no recitas tú un par de poemas?" Y así lo hizo. Luego ella se hizo actriz y no se recibió de abogado. Es lo que debí hacer yo, estudiar canto y librarme de los 20 mil pleitos en que estuve metido defendiendo a la pobre gente de mi patria".

         Otra vez, con la palabra de don Jenaro: “En una oportunidad me encontré en el centro con el escultor José Miguel Cruz, que me llevó a la casa de Pablo Neruda. Nos abrió una niña con cofia y delantal blanco (se trataba bien Neruda). El poeta estaba en la entrada: "Pasa, José Miguel". Se dieron un abrazo que duró cerca de un minuto y yo creí que estaban llorando. "¡Te quedas, José Miguel, y se queda Jenaro Gajardo!. ¡Hormiguita! -llamó a Delia del Carril-, ¿cuántos invitados tengo a comer?". Catorce, contestó ésta. "Que las niñas agreguen dos cubiertos más, porque se quedan mis amigos". Había embajadores, agregados culturales, Neruda estaba feliz. Recitó, contó anécdotas y, cansado ya, dijo: "Bueno, que alguno de Uds. cuente una anécdota, una historia; a lo mejor los tengo aburridos". Mi amigo escultor dijo: "Pablo, mi amigo Jenaro es un buen poeta y quisiera que recitara algo para ti y tus amigos".      "Perfecto -dijo Neruda-; arriba, Cajardo. Con confianza, hombre". Me puse de pie y recité este poema, que había escrito a las tres de la mañana:

"Vivirán las eternas amapolas
con su cáliz de vino de la tierra.
Tomarán de sus pétalos divinos
las mujeres su gracia sensitiva.
EL rocío, coronando sus almenas,
le dará esa forma fugitiva
con que adorna la hermana de las flores
su corona de púrpura opalina.
Nadie canta su amor diáfano y puro
en las claras mañanas del estío.
Nadie nombra su gracia temblorosa
entre rubios trigales defensores.
Todo el mundo fantástico de aromas
con que adorna la luz otros botones
ha dejado a la límpida amapola
con un tenue sabor de caracola.
Es la hora del silencio y las estrellas
cuando canta la loica su presencia.
Yo no sé si es el ave la que duerme
con el pecho que robó de la amapola
o es la flor, que cerrando su corola,
se hace pájaro, roja estrella, y vuela".

          Se paró Neruda, me dio un abrazo y me dijo: "Gajardo, he escrito miles de poemas, pero nunca uno tan hermoso a una flor como el que acabas de decir".

         Al final de sus días, dijo: “Me tocó vivir en un mundo que nunca entendí, y por eso me recogí aquí, en este lugar (las Rocas de Santo Domingo), donde las pocas visitas son una sorpresa. Pasan semanas, meses, en que sólo llegan mi puerta los picaflores. La única pena grande que tengo es que nunca me dejaron hacer nada importante por mi patria".
         El soñador Jenaro Gajardo Vera falleció en 1998,  a los 79 años de edad y yace en un sepulcro del Cementerio de Las Rocas de Santo Domingo. En su testamento, otorgado ante el Notario Público de Santiago don Ramón Galecio, don Jenaro expresó:
"Dejo a mi pueblo la Luna,
llena de amor por sus penas".




Bibliografía:
VILAS LUACES, OSVALDO. Apuntes sobre Jenaro Gajardo Vera. (monografía)
GONZÁLEZ CORVILLE, JAIME. El aMAULE (diario electrónico) 04 de enero de 2007.
RIQUELME, HERNÁN. La Tercera. Buen Domingo. 14 de julio de 1991
ARCHIVO JUDICIAL DE TALCA.
Recuerdos del autor de conversaciones con don JORGE VALENZUELA PARRA y con don RAÚL RAMÍREZ G.

Antecedentes aportados por parientes al autor.

3 comentarios:

  1. Una historia hermosa. ¿Hay forma de conseguir "Lunario"?

    ResponderEliminar
  2. Soy traiguenina y a los 50 años descubro a un coterraneo ilustre de importancia nacional nunca en mis años de estudiante me hablaron de el ....me interesa la poesía como conseguir Luna río?

    ResponderEliminar